Somos el punto de partida, nuestra conversación interior domina el día, luego algunas palabras surgen. Las ideas que ponemos al servicio de los clientes o servicios, nacen en un momento de “soledad fértil” como lo dice el psicoanalista Adam Phillips, conectada a nuestra propia versión de divinidad como quiera que la entendamos, esté alojada en la ducha o en la meditación. La creatividad no tiene un sitio o disparador determinado, lo que sí hay es chispas que plantean esa ignición en todas partes: una conversación, un chiste, un libro, una película, un gráfico, una montaña, la soledad o el silencio. Tenemos cientos de elementos que pueden activar ese momento creativo, sin embargo, lo que quiero plantear aquí es la posibilidad de construir soledad para gritar una idea.

La soledad física brinda responsabilidad de sí mismo: tus platos, tu ropa, tu comida, “tu problema”. Te reconoces, te escuchas, no es posible mentirte cuando ni tú te crees, te liberas de la pretensión de ser, o reivindicas lo que realmente eres para amarte o cuestionarte, “la soledad nos da miedo porque con ella caen todas las máscaras” dice el filósofo Francesc Torralba en su libro El arte de saber estar solo. Pero por encima de todo, la soledad enseña que lo que quieras debes activarlo por tus propios medios.

Las consecuencias de la soledad pueden ser tan deslumbrantes que alcances  el nirvana o agobiantes dejándote en la miseria emocional y de autoestima, todo depende de la fuerza mental que hayas construido para enfrentarla. No nos digamos mentiras, en el proceso de aprendernos a veces nos caemos mal a nosotros mismos. Sin embargo la soledad es un excelente maestro; aprender a confiar en ti, a recogerte de las cenizas, comprender la responsabilidad de tu existencia, liberarte de la jaula inversa que es estar en sociedad o multitud, sintiéndose completamente solo, reconocer y administrar tus recursos y miedos, habitándote como el principio y el fin de todo y de una u otra forma, conectarse con tu potencial.

El placer de darnos placer a partir de la soledad, se equilibra con pocas cosas en la vida, la ausencia de ropa o cuidados, cambiar de opinión, invertir en nosotros, sin permisos o negociaciones, y ocupar el espacio de la cama al 100%, como dice Maruja Torres al meterse en la cama en su artículo, tiene pocos paralelos. Pero somos seres sociales, por ello nos acompañamos de otros seres, animados o inertes: plantas, mascotas, libros, costumbres, hobbies, o distracciones en línea por nombrar algunos…

Pero ¿qué pasa con las ideas en soledad? Pienso que la soledad es el sitio correcto de llegada de un proceso de construcción colectiva, entendiendo colectiva como dejarse tocar por estímulos o motivadores externos, al fin y a cabo como digo siempre, “es difícil no ponernos de acuerdo con nosotros mismos”. Las ideas se gestan en la controversia a veces interna y nada enriquece más que una potente y argumentada contraposición. Entre más capacitada y construida está la contradicción, mejores resultados tendremos. 

Esas visiones paralelas crean conexiones distintas, si queremos encontrar ideas, es muy factible que lo hagamos a partir de los estímulos que tuvimos. Por ende exponernos lo considero necesario para volver a nosotros y centrarnos en las reflexiones que somos capaces de hacer “Si uno está siempre viendo qué hacen los demás, imitando, la singularidad se disuelve”, por eso luego de ir, hay que volver, cerrar y crear. La soledad se convierte en un espacio para que la idea que tenemos en mente retumbe sin cesar, multiplicando su onda expansiva en cada rebote. Es necesario encontrar la soledad correcta para incubar las ideas que buscamos tener. Esa soledad puede tener música que la acompañe, incluso compañía silenciosa, o ejercitar el cuerpo mientras ésta encuentra su ruta. La soledad debe ser cultivada con cuidado y usada con responsabilidad.

En épocas de pandemia, la soledad, ya no tan electiva, nos confronta con nuestros entornos, voluntaria o involuntariamente, causando que la conciencia de lo que somos retumbe con más fuerza. De allí la necesidad de poner en marcha nuestro cerebro y crear, ponernos retos complejos, que le den uso a este placer que debe significar la soledad acompañada de “tiempo”. Puedes hacer galletas, arreglar el jardín u organizar el cuarto de los reblujos, pero puedes escribir libros o blogs, puedes crear teorías, puedes plantear ideas revolucionarias o cuestionar algunas que llevan mucho tiempo estáticas y cómodamente sentadas. Nuestra capacidad es mucho más grande de lo que habitualmente exigimos de ella, y la soledad es un catalizador maravilloso para cultivar la creatividad y si a eso le sumamos desesperación, el caldo de cultivo está listo.

Los grandes personajes de la humanidad que han guiado a millones o a generaciones, disfrutaban y requerían un gran volumen de aislamiento para lograr que sus ideas “rebotaran” el número de veces necesario para encontrar el eco correcto; como lo plantea Susan Cain en su TED Talk muy aclamada por Bill Gates The power of introverts, una frase especialmente maravillosa es “encuentren sus propias revelaciones” lo sugiere con absoluta validez. A eso agregaría, “no debemos seguir todo lo que leemos o recibimos solo porque alguien importante lo dijo”, como decía un maestro maravilloso que tuve Gerardo Schmedling, “no me creas nada, ¡compruébalo!, si a ti te funciona, créelo como cierto en ti” y eso aplica para todas las divinidades, filósofos, creadores, genios e investigadores. Solo en ese cuestionamiento encontraremos la frescura de la creación, saberlos y conocerlos es la base para cuestionarlos.

Yo pienso que se cultiva en grupo, pero se crea en soledad. Lo que debemos es compartir facetas, el brief, características y visiones no concluyentes del problema y permitir que “la soledad” nos muestre perspectivas no exploradas de dicho problema para ofrecerlas al rebaño, comprendiendo que en publicidad se desechan muchas ideas para concluir en la más “viable o efectiva”. Sin embargo deberíamos acostumbrarnos a guardar todas las ideas que se plantearon en dicha agrupación de conceptos, en casaingenia lo hacemos, pues muchas ideas soportan más lecturas, evolucionan, o maduran.

Confía en ti, eres grandioso, es posible que el mundo o tú mismo aún no lo sepan, pero lo eres. Busca tu soledad, la que permite que tus singularidades o pensamientos más sentidos sobre cosas que consideramos comunes, al ser expresadas de la forma que nos sea más cómoda, puedan ser la “revelación” que necesitamos, pues cineastas como Guy Ritchie,Tim Burton o Tarantino, tienen que confiar en su voz interior para lograr tener su lenguaje particular. Jobs, Edison o Tesla, tuvieron que creer en su soledad que se convirtió en genialidad; Egan, Catherine Ibargüen o Mariana solo se tienen a sí mismos en el partido o durante la competencia. Encontrar tu acento en soledad es lo más potente que puedes descubrir, no hay por qué temerle a nuestro silencio interior, al contrario, búscalo para encontrar tu ser extraordinario, guardarse la reflexión es negar tu voz o no explorar tu manera de gritar al mundo tu soledad.

 

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